A punto de volar a Nicaragua a emprender un NUEVO viaje (novedoso
en todos los sentidos, personal, profesional y experiencial) se me ponen los
bellos de punta solo de pensar en todo lo que puedo traer.
Las ilusiones que nos marcamos, siempre van relacionadas a
nuestro nivel de expectativas. Y esas expectativas están a su vez relacionadas
con nuestros sistemas motivacionales.
Los sistemas motivacionales son aquellas cuestiones que nos
movilizan en nuestra vida, que nos hacen felices, que hacen que se mueva algo
dentro de ti, que no sabes muy bien que es, pero provocan emociones.
En mi caso, este viaje está lleno de expectativas e
ilusiones. Las expectativas no tienen porque ser buenas, sin embargo las
ilusiones están asociadas a recreación de situaciones placenteras. Soy
consciente de que en este nuevo reto, va a estar plagado de placer, en el
sentido menos erótico de la palabra. Placer interno, placer de realización. Ese
tipo de placer por el que llevo luchando toda una vida. Pero a su vez, soy
consciente que no todo va a ser fácil. Que voy a llorar, y voy a echar de menos
a los míos, que en algún momento me voy a preguntar quien me mandaría meterme
en este berenjenal.
Hablan de la cooperación como algo altruista, como algo casi
heroico. Pero esa barrera narcisista es algo que se ha de romper, esa manera de
querer aumentar tu ego a costa de personas con menos suerte, es absurda e irreal.
Cuando vuelves te das cuenta de que no serás el mismo, de que hay un cambio
irreversible. Y aunque tu ayuda de siempre se plasma allá donde estés, la
realidad es que, personalmente, siempre he vuelto con la sensación de traerme
más de lo que ha sido posible aportar.
La manera de enfocar las cosas cuando las haces es
primordial, y en este caso, sé que la ilusión que yo llevo, lo que voy a poder
aprender, de la situación, del país, de sus vivencias y de mi trabajo . Se que esta oportunidad que se me ha otorgado va a ser un enclave en mi
personalidad y en mi desarrollo profesional. Tanto que hasta asusta.
Me sorprende muchas veces como la vida misma te pone en sitios
en los que tienes que estar, aunque no fuera lo que estabas buscando. Decía un
dicho popular que “El que busca encuentra”. Y yo lo completaría con un “ El que
busca con ilusión encuentra, aunque no fuera lo ideado en un principio.
Encuentra lo que necesita encontrar”. He tenido la suerte de tener esta
sensación en diferentes momentos de mi vida. Donde factores como la letra “b”
con Berlín, o una injusticia en la búsqueda de una beca para la India, me han
llevado a los momentos de mayor crecimiento personal de mi vida.
Y esta nueva
experiencia que me espera, inicialmente planteada para África, como refuerzo
escolar o pintora esporádica, se ha convertido en un reto profesional de algo
que de una manera u otra siempre he buscado.
Sean estas intuiciones reales o irreales, lo que está claro
es que la ilusión (entendida como motivador y placer egosintónico) finalmente es la que ha de guiar nuestras vidas. Y aunque la sociedad
nos imponga que las ilusiones son de los niños, que los adultos han de vivir en
la tierra, firmes a los reglamentos sociales, a los trabajos, a las
responsabilidades. Yo sigo pensando que el que no vive con ilusión en lo que
hace, o en lo que quiere llegar a hacer, puede buscar, pero el camino va a
estar más plagado de piedras y de carreteras cortadas que si esa búsqueda está
guiada por la ilusión y la motivación de encontrar lo que realmente te llena.